El bullying universitario existe y, a continuación, os mostramos un ejemplo:
“Marta es una estudiante universitaria de 20 años que acude todos los días angustiada a la universidad.

Cada vez que va siente que no encaja,. Le cuesta interaccionar con el resto de estudiantes. Sin saber muy bien por qué, siempre siente que no se tienen en cuenta sus opiniones y que le molestan las bromas de sus compañeros.
Le cuesta definir lo que está pasando. Cuando sale de clase, tiende a pensar que es una persona incompetente. Piensa que dice cosas sin sentido, que no sabe relacionarse o que es demasiado sensible.
Poco a poco ha ido recluyéndose y faltando a clase. Ha ido resignándose y sintiéndose cada vez más culpable por no ser capaz de aprovechar lo que todo el mundo dice que es la “mejor época de la vida”.
Bullying entre adultos
Todos conocemos qué es el bullying. Todos hemos visto y oído noticias de acoso escolar, y todos podemos pensar que el acoso sólo se da en la infancia. Que en el mundo de los adultos es raro, casi imposible.
Solemos pensar que entre adultos no pasa porque ya hemos aprendido a limar nuestras diferencias y resolver nuestros conflictos. Sin embargo, cada vez son más los estudios que hacen hincapié en la existencia del acoso universitario.
Los últimos datos hablan de que 1 de cada 4 estudiantes universitarios se han sentido acosados.
Las repercusiones que tiene el bullying en la universidad pueden ser muy graves.
Al igual que en la etapa escolar, la universidad significa un entorno nuevo de convivencia para el estudiante del que depende su desarrollo personal y académico. Miles de estudiantes llegan a las universidades desde otras ciudades y pueblos sin conocer a nadie. En general, los compañeros de clase van a generar una red de apoyo y ocio vital para ellos.
El acoso universitario, al igual que el laboral, se diferencia del escolar en que los agresores tienden a utilizar la violencia psicológica y social para. Todo ello provoca daño y aislamiento en la persona. De forma constante, repetitiva e intencional, los agresores generan un clima a través del cual la víctima se siente aislada e indefensa.
Son pequeñas cosas, sutiles, pero constantes, por las cuales se va generando este clima de acoso- La persona se ve enredada en una situación social de la que no es capaz de salir. Los comportamientos de desprecio y aislamiento van generando un sentimiento de culpa por no conseguir encajar en el grupo.
Es frecuente que la persona y los compañeros no sean capaces de definir qué está pasando. Pero el problema no es puntual. No es una broma aislada. No es una anécdota el hecho de que no se le informara sobre el grupo de whatsapp de clase, o de ese rumor que se generó en una fiesta. El verdadero problema está por todas partes y todos los días.
Ante esta situación difusa, la persona se ve incapaz de buscar estrategias para salir de la situación o buscar apoyo familiar o social.
El bullying se configura en el entorno grupal, por lo que es necesario buscar el apoyo de la familia y el grupo, para que la víctima no aísle.
A todo ello, se une el ciberbullying a través de las redes sociales.
El daño que puede generar el ciberacoso es exponencial. Los agresores utilizan esta vía para difundir los mensajes dañinos al resto de compañeros. El ciberbullying aumenta la sensación de indefensión y desesperanza provocando que la persona se sienta vulnerable en todo momento.
Las agresiones van poco a poco minando la autoestima de la víctima, aumentando su sensación de indefensión y aumentando el retraimiento social.
Un acoso mantenido en el tiempo provocará altos niveles de ansiedad, problemas de concentración y bajo estado de ánimo. Es frecuente que, al final, el estudiante desista y se cambie de clase o abandone la carrera.
Hay que tener claro que el bullying no es un problema de pocas habilidades sociales. Se trata de una circunstancia que está provocada por múltiples factores: prejuicios y estereotipos, dinámicas del grupo y corrientes culturales…
Es un problema que nos puede ocurrir a cualquiera.
Ante estas situaciones acudir a un profesional puede ayudar a la persona a definir qué está pasando.
Poner nombre al problema es lo que permitirá buscar apoyo y estrategias para salir de la situación.
Inés Santos, psicóloga sanitaria.