La mayoría de la gente va al psicólogo para obtener alivio. No precisamente para salir de la situación. Las personas quieren sentirse bien dentro de su jaula, pero no salir de ella.
Normalmente, las situaciones que “nos amargan la vida” tienen beneficios secundarios, es decir, que la situación de la que no podemos o “no queremos” salir reporta algún tipo de ganancia. Son ventajas difícilmente reconocibles por la persona y actúan como auténticas barreras invisibles.
A los psicólogos siempre nos piden: “Ya sé la teoría, pero dime cómo lo consigo”.
Y si lo supiéramos, lo difundiríamos y todos seríamos felices… Los profesionales únicamente podemos facilitar pistas, técnicas, orientaciones, pero no hay ninguna solución mágica. En psicología, no hay milagros.
La verdadera solución radica en aceptar que, muchas veces, las barreras que nos aprisionan son autoimpuestas por nosotros mismos.
Toda decisión conlleva una pérdida (de estabilidad, comodidad, reconocimiento…). Debemos ser nosotros los que nos atrevamos a derribarlas y, si es necesario, pedir ayuda.