Normalmente utilizamos la palabra “duelo” cuando nos referimos al proceso relacionado con la muerte de un ser querido que cursa con síntomas características a un episodio depresivo. Sin embargo este término engloba cualquier proceso psicológico o psicosocial donde se da una pérdida.
Ejemplos de pérdidas son: divorcios, fracaso escolar, situaciones de abandono, problemas económicos, despidos, enfermedades, amputaciones…etc.
El duelo es un proceso normal ante una pérdida afectiva, sin embargo, cuando una amigo/familiar o conocido se encuentra inmerso en este proceso de transición después de la pérdida , solemos ponernos nerviosos y tener miedo o dudas sobre el qué decir o el qué hacer para consolar el dolor de la persona en cuestión.
Partiendo de la base de que en la vida de todo individuo, éste va atravesar por diferentes momentos de pérdidas, esperables e inevitables, lo primero que tenemos que interiorizar es que el dolor sufrido por cualquier pérdida, es NORMAL y debe ser expresado.
Solemos incomodarnos cuando las personas de nuestro alrededor sufren, más cuando en estos casos, poco podemos hacer por aliviar el dolor de estas personas, por lo que el mayor reto en estas situaciones es aprender a estar cómodo ahí, sabiendo que uno no puede cambiar mucho , aprendiendo a convivir con el dolor sin intentar que desaparezca, sin huir de él.
El apoyo social es una variable importantísima en los procesos de pérdida, por lo que tu rol de acompañante, va a suponer un buen predictor en el buen desarrollo del proceso de duelo de esa persona.
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En las fases iniciales es fundamental empatizar con el dolor, aquí decir “siento mucho lo sucedido” y un abrazo o un acercamiento cariñoso corporal (depende del grado de afinidad) es fundamental. A ese comentario podéis añadir “si puedo ayudarte en algo estos días, sólo tienes que decírmelo”. Aquí no hace falta que hagáis milagros, pensad que alguien que está en shock por una pérdida reciente, las cosas básicas como hacer la compra, limpiar la casa, atender correctamente a los hijos, pueden suponer una tarea muy difícil para dicha persona, por lo que una ayuda en las cosas más básicas puede resultar un verdadero milagro para la persona que está sufriendo.
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En fases más avanzadas es fundamental estar ahí, no desaparecer del mapa. Hacer llamadas telefónicas e intentar ocupar tiempo material con esa persona, pese a que ésta se encuentre inmersa en una espiral de anhelo y recuerdos sobre el fallecido o cualquier otra pérdida, es fundamental que la persona no deje de socializarse y tú función aquí es vital.
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Transcurrido un tiempo es totalmente normal que la persona en duelo se muestre apática, negativa, indiferente, cómo si la vida hubiese perdido el sentido que tenía. Esto lejos de ser malo, significa que la persona se está reorganizando, está haciendo espacio emocional y racional a la pérdida. Tu función aquí no es entrar en una guerra con él/ella , nunca digas “ya es tiempo de que lo superes, no tienes que ser negativ@” esto no hará sino que armar a la persona sufriente con contraargumentos. En su lugar, valida sus emociones diciendo: “es normal que te sientas así, es lógico que ahora sientas que esto no tiene sentido, tienes todo el derecho de estar enfad@, a pesar de las circunstancias estás siendo muy valiente y mostrando mucha fuerza y entereza estoy orgullos@ de ti” de está manera estarás validando el sufrimiento y ofreciéndole una imagen positiva de sí mism@, por lo que aumentas las posibilidades de que la persona en duelo evolucione en función de la imagen positiva que le devuelves.
RESUMIENDO: No tengas miedo al dolor intenso de la persona, éste es normal y durará un tiempo, hasta que la persona asuma racional y emocionalmente la pérdida, conviértete en apoyo social, al principio presta ayuda en las funciones básicas; comida, llevar a los niños al colegio, cogerle los apuntes en clase, hacer la compra etc. Acompaña durante el proceso, no sólo en las primeras fases y sobretodo evita frases del tipo “era ley de vida, la vida es así, ya se te pasará, ya verás como luego no es para tanto, supéralo ya”.
Gema Cortés, psicóloga.