La actitud que se ha demostrado más eficaz para acercarse a la práctica de la meditación es el “escepticismo abierto”. Es decir abrirnos a la experiencia con curiosidad, sin volcar expectativas idealizadas, pero confiando en el proceso que propone la actividad.
Cada vez hay más adeptos que dedican un tiempo a aprender el arte de la quietud y la conexión consigo mismos. Este incremento de su buena fama es debido en gran parte a la evidencia empírica científica que está recaudando esta estrategia milenaria.
La ciencia está demostrado con numerosos estudios que la meditación como práctica integrada en la rutina diaria:
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Incrementa las emociones positivas
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Incrementa la satisfacción vital
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Mejora la empatía y la compasión
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Promueve la solidaridad
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Hace afrontar las dificultades con más calma y entereza.
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Estimula el sistema inmunológico
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Disminuye los dolores y procesos inflamatorios
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Incrementa la materia gris del cerebro, relacionada con la memoria y el pensamiento
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Incrementan el grosor cortical especialmente en áreas relacionadas con la introspección y la atención
Las personas que meditan refieren tener más autocontrol, aprenden a no reaccionar a merced de sus estados emocionales, se vuelven más reflexivas e introspectivas por lo que se conocen mejor. Se generan espacios vitales tranquilos dónde es más fácil conectar con uno mismo.
Resumiendo, es una estrategia que te ayuda a vivir en paz contigo mismo, con los demás y con el mundo que habitas.
Gema Cortés Almansa.